La Barredora del Olvido evita la rendición de cuentas

“Nada hay tan peligroso como el poder con impunidad”

Isabel Allende

En México, la indignación social no madura, se consume. Se vive con furia breve, se expresa con intensidad momentánea y luego se apaga con la llegada de una nueva noticia. Una tragedia borra a la anterior, un escándalo tapa el que aún no se esclarece, y así se construye una dinámica nacional donde nunca se hace justicia porque nunca hay tiempo ni intención gubernamental para hacerlo. La ciudadanía, atrapada entre el vértigo informativo y la manipulación narrativa del poder, termina por olvidar. Y ese olvido, programado o inducido, es el terreno fértil donde florece la impunidad.

 

El caso más reciente es emblemático. Apenas comenzaba a resonar con fuerza nacional la denuncia sobre el grupo criminal conocido como La Barredora, cuyo líder era el mismísimo responsable de la seguridad en Tabasco, protegido por el ahora líder del Senado Adán Augusto López, cuando desde la conferencia mañanera la presidente Sheinbaum anunció la creación de una comisión para la reforma electoral. Y los reflectores mediáticos se movieron de inmediato: lo importante pasó a segundo plano, y lo “nuevo” se busca imponer como prioridad en la conversación pública. No se trata de casualidades. El morenismo ha entendido que no necesita negar los escándalos ni esconder los abusos: le basta con superponer otros temas, desviar la atención y fragmentar la indignación. Cada semana lanza una nueva narrativa que actúa como barrido informativo, como un mecanismo de limpieza rápida de la conciencia ciudadana. Desde ahora podemos llamarla “la Barredora del Olvido”.

 

El anuncio de una reforma electoral en estos momentos no abona en lo absoluto para buscar resolver los graves problemas que sufre el país diariamente. El momento en que se anuncia —justo cuando crecen las denuncias sobre narcopolítica, militarización y abandono de víctimas— es sin duda más una estrategia de distracción que una supuesta preocupación por la democracia. Morena no quiere una reforma electoral: quiere control. Y para lograrlo, necesita que dejemos de hablar de todo lo que revela su fracaso en gobernar. La ciudadanía, en este contexto, se convierte en víctima de una guerra de saturación. No hay tiempo para profundizar, para investigar, para movilizarse. Todo pasa demasiado rápido. La protesta se convierte en tendencia digital de un día. El seguimiento, es un lujo para quienes tienen tiempo y energía de sobra. La exigencia de justicia se diluye. Y lo más grave: el hartazgo se vuelve indiferencia. Quienes nos metemos más a fondo en los temas vemos las discusiones en la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, donde la oposición pone contra las cuerdas al oficialismo, pero poco de ello pasa a ser del conocimiento general.

 

Por eso, es urgente que los partidos políticos, las organizaciones sociales, las voces independientes y todos los actores democráticos elijamos no olvidar sino acumular agravios. Lo de La Barredora no puede quedar en el archivo muerto de las redes sociales en unas semanas más. Una ciudadanía más crítica no es la que tuitea más rápido ni la que reacciona con más sarcasmo: es la que sostiene la exigencia, que no deja que los responsables se escondan tras las cortinas de humo. ¿Qué pasaría si las oposiciones decidieran no soltar un solo tema hasta que haya consecuencias reales? ¿Qué pasaría si cada escándalo fuera el inicio de una campaña ciudadana sostenida y no una llamarada que dura 48 horas? El morenismo se alimenta del olvido. Se fortalece en el ruido y el caos. Por eso, el primer paso para construir una oposición efectiva es elegir qué no vamos a olvidar, y comprometernos con esa memoria. La crítica aislada no basta; necesitamos una cultura política que privilegie la constancia sobre el impacto momentáneo. Necesitamos una ciudadanía que no olvide. Una sociedad que, ante cada intento de distracción, responda con más claridad, más fuerza, más organización. Porque si permitimos que el régimen siga barriendo cada escándalo con la siguiente noticia, el país entero quedará sepultado bajo el polvo de su propia desmemoria.

 

Resistir es recordar. Y resistir es no dejar que la impunidad se normalice. En un país gobernado por quienes buscan que todo se olvide, la memoria es el acto más radical. No olvidemos. No perdonemos. Organicémonos y actuemos.